Juliana Iriart escribe sin parar. No llegaremos nunca a pronunciar el sujeto de su texto, pero sí damos cuenta casi de inmediato de la necesidad de inventar obsesivamente lenguajes que se suplan unos a otros mediante traducciones arbitrarias. Cada sistema es residuo del anterior, sedimenta la tinta que traspasa el papel y en el sedimento aparece, inmanejable, un nuevo código.
Juliana describe el espacio con su escritura. En su desesperación por esconder su texto encriptado, se decide -como el ministro D. en la carta robada de Poe- por el lugar más evidente y por lo tanto más seguro: enfrente de nuestras propias narices. El virus se propaga y se apodera de las paredes; seguimos su rastro de principio a fin sólo para alcanzar el punto de partida. no hay secreto que descifrar: el texto es la lectura y la lectura es el texto.
Juliana desafía a su propia mano. La conduce disciplinadamente hasta agotar el trazo, le impone reglas y prescribe colores. Pareciera que la mano sólo podrá respirar mientras siga enumerando líneas que se sucedan en el intento de evidenciar un texto mudo. Cada línea es una afirmación de tiempo, una condena hasta agotar el espacio regulado y llegar al punto final para volver a empezar. El plan es arduo pero promete recompensa: encontrar el accidente perfecto que justifique la regla, el capricho.
Claudia Fontes
Buenos Aires, agosto de 2001
Arte & Diseño
La escritura y el azar. Exposiciones y convocatorias. Con elementos naturales y pasion por la forma
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lanacion.com | Vía Libre | Viernes 24 de agosto de 2001