He despedido personas, cosas, casas, lugares, libros, ropas, épocas….y muchas de esas veces sentí como, en el momento en que comenzaba el adiós, una especie de carrete de hilo empezaba a correr. Yo llevaba el carrete en mi pecho y la punta del hilo quedaba agarrada en aquello que despedía. Y así seguían las cosas, lejos pero unidas. Algunos con hilos muy gruesos y otros más delgados. Varias veces volví, por ejemplo, a lugares de los que me había despedido, como si el hilo fuese un elástico que luego de llegar al punto máximo de tensión retornara a su estado inicial. Otras fui yo quien enrollo el hilo para atraer el tesoro que estaba del otro lado y otras tiraron del extremo para llamarme. Algunos, infinitos, se atan a extremos invisibles. Ahora, imaginemos la cantidad de carretes que llevo desplegados en una vida de 33 años! La despedida es personal, pueden despedirnos a nosotros pero cada uno tiene su adiós, no importa quien o que lo proponga o imponga. Como son hilos imaginarios no me complican, no se enredan ni se cruzan, o al menos eso creí hasta hace un tiempo.
En la habitación 203 del hotel Boquitas Pintadas, habrá varios collares/carretes. Los invito a usarlos para despedirse de algo que sea necesario. Con el collar puesto, piensan lo que quieren que este en el extremo del hilo para despedirlo, luego atamos ese extremo en alguna parte de la habitación y nos vamos con el collar a disfrutar de la muestra que en algún momento el hilo se va a cortar!
agosto 2009