Texto del càtalogo de la muestra Coup d’éclat


Por Francesca Agnesod, Guillaume Hervier & Andrea Rodriguez Novoa

Ecléctica, la producción de Juliana Iriart abarca pinturas, dibujos, acciones, objetos
e instalaciones. “Estar alerta en medio de una niebla clara y densa a la espera de
alguna luminosidad colorida inalcanzable”: esta gráfica frase es, según la misma
artista, la más apropiada para describir la relación que establece con el conjunto de
su obra. Se interesa particularmente por las relaciones mutuas entre objetos, y por
sus reacciones a un contexto específico. Para sus acciones utiliza materiales - a
menudo perecederos (azúcar, tierra, aceite, algodón, papel...) - cuyas respuestas
provoca y observa en situaciones particulares que ella misma orquesta. Su práctica,
por extensión, pone en crisis las relaciones entre el individuo y el medio en el
que actúa, cuestionando en particular los procesos de construcción colectiva y la
noción ambigua de límite: mientras jerarquiza la realidad en entidades distintas y
potencialmente autónomas, la frontera es a la vez el umbral bajo el que tienen lugar
las relaciones de intercambio que constituyen del motor de nuestras acciones, de
las más simples y cotidianas a las dinámicas más complejas en el seno de la sociedad.
En sus Lanzamientos (el primero en 2001, Plaza San Martín, Buenos Aires), la artista
lanza desde un lugar alto y visible pequeños trozos de papel que ha cortado previamente
a mano, en el caso de Lanzamientos colectivos invita a otros participantes.
Somete así al público los resultados polimorfos de la interacción entre un material
y el contexto al que reacciona. Hace también referencia al periodo de la dictadura
en Argentina y a la prohibición de lanzar papeles en el espacio público, con el fin
de controlar la contestación al régimen y de reprimir la asociación de ciudadanos.
Juliana Iriart propone aquí la instalación in situ Como polvo de ladrillo, realizada
recientemente en enero 2011 en el Centro Cultural recoleta de Buenos Aires. La
artista despliega en el suelo una línea sinuosa en polvo de ladrillo rojo: colocado
inicialmente siguiendo una trayectoria precisa, está destinado a esparcirse aleatoriamente
en el espacio de exposición. El paso de cada espectador, incluso si este
intenta respetar la precaria demarcación definida por la artista, produce de manera
más o menos consciente mutaciones constantes de la configuración de la obra en
el transcurso de la exposición. Este material, el ladrillo, dedicado a la edificación
y a la delimitación de espacios, es así diseminado y abandonado a su suerte en
una acción de construcción/deconstrucción colectiva, cuyas trazas evolucionan sin
cesar y transforman la obra y su percepción. Los gestos de cada uno contribuyen
a formar la trama cambiante del conjunto: la frontera, si es atravesada, recuestionada,
reposicionada, revela así ser un pretexto generador de intercambios entre los
diferentes individuos.